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viernes, 11 de marzo de 2011

Chile: construyendo el mejor barrio para vivir y trabajar

Hace algunos días supe de la visita de Alfonso Martínez Cearra, director general de Bilbao Metrópoli-30, quien visitó Santiago a fines de Febrero último, invitado por la Municipalidad de Maipú. De inmediato me interesó saber quién era y a que venía.

Mi interés actual en don Alfonso Martínez se origina cuando en Enero de 1992, quise hacer un viaje al norte de España desde Madrid. Tuve la suerte de hacerlo en un estupendo auto y por estupendas autopistas que estaban recién inauguradas con motivo de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. Entonces en mi camino hacia San Sebastián y después de haber almorzado en León y haber parado un rato en Burgos para ver su Catedral magnífica, llegué a Bilbao. Eran cerca de las cuatro o cinco de la tarde, hacía mucho frío y después de haber recorrido un poco de Castilla y León y bordeando La Rioja, con un sol tibio de pleno invierno y cielos azules, llegamos a un valle ahogado en smog. Se divisaban chimeneas en un paisaje urbano feo. Sin embargo, recorrí durante casi una hora el centro, viendo sus edificios, su gente, su comercio. Me llegó un poco de olor de los inviernos cuando yo era un colegial volviendo de clases con mucha hambre y rascándose los sabañones de las orejas y manos. De repente  quise seguir de largo para ir a encontrarme rápido con el Cantábrico parado en La Conxa. Arrancamos rápido y salimos rumbo al mar. Era un 20 de Enero, día de San Sebastián; esa noche se celebraba al santo con todo tipo de fiestas, comidas de gala y tamboradas.

Guggenheim en Bilbao, España
La pasada por Bilbao me dejó un sabor raro que me siguió mucho tiempo después dando vueltas a medida que recordaba las primeras imágenes que tuve cuando lo conocí. Años después supe de la idea de levantar un edificio que albergara a un Museo Guggenheim en Bilbao. Su diseño arquitectónico se había encargado a Frank Ghery quien ya era un connotado arquitecto en el mundo.

Entonces asocié esos recuerdos con las imágenes que tengo de mi querida ciudad de Santiago. Por supuesto, me llegaban recuerdos de mi niñez y luego de mi adolescencia, cuando recién usábamos la palabra smog. En esa época de mi vida acostumbraba a hacer paseos en bicicleta con mis amigos hacia La Reina. El premio era tomar altura y contemplar mi ciudad desde los faldeos cordilleranos. Si era invierno se veía todo ocre-verdoso y al fondo podíamos ver un poco de smog.. Si era verano el verde llenaba todo y podíamos ver al fondo lo que después se transformó en Pudahuel. Encontraba tan linda a mi ciudad.

Ya mayor, siendo universitario, comencé a ir al cerro Santa Lucía, siempre más y más lindo y siempre más verde. Luego fueron caminatas al cerro San Cristóbal y se repetía mi sensación, el cerro cada vez era más lindo y Santiago cada vez más verde. Para cualquier lado que uno mirara era verde. La verdad es que el verde reinaba más en las partes altas de la ciudad, pero también gobernaba más disperso pero igualmente digno en las partes más bajas.

Santiago desde el cerro San Cristóbal (sin smog)
Entonces me sentía orgulloso de mi ciudad. Aunque desaparecieran casas y casonas para dar paso a edificios de altura, el verde seguía reinando y aumentando su potestad sobre la ciudad.


Siendo ya un hombre mayor ya había viajado un poco y conocía varias ciudades de América y Europa. Entre más ciudades había conocido y si de verde se trataba, objetivamente sólo le rendía honores antes que a Santiago, a Londres, a Nueva York, a Dusseldorf y Essen.

Por supuesto que Londres campea lejos. Nada iguala una caminata que parta en Saint James, siga por Green Park, continúe por Hyde Park y termine en Kensington Park. Como también hay pocas cosas que sean tan deliciosas como una tarde de otoño en Chiswick House viendo cómo vuelan sobre su laguna unos maravillosos papagayos blancos.

Cuando hablo de Santiago, mi opinión considera el verde en todos sus rincones. En todos sus barrios. Para esto propongo una caminata por la calle Brasil o Cumming y vean la lujuria de los jacarandas en Septiembre. Lo mismo para ver en Eleodoro Yáñez o en Dieciocho o en Sazié. Pero ojo, vayan a Renca o Quinta Normal o a Fernández Albano en San Miguel. Vayan a la Chacra Santa Julia o lo que queda de ella en el Instituto Cultural de Ñuñoa. Suban el cerro Santa Lucía y a ver qué les pasa. Volvamos a La Reina o a la Viña Cousiño o lo que queda de ella. Recorran Macul o Pedro de Valdivia o Lyon y a ver qué les pasa. Para qué decir el Parque Forestal y el Parque de los Reyes. Si se fijan exprofeso cruzo y atravieso en vuelos locos de un lado para otro, al norte, al sur, al oriente y al poniente. También y con intención no he nombrado barrios pudientes como Vitacura, Providencia, Las Condes, Lo Barnechea donde han ocurrido desarrollos de parques de menor envergadura pero bien planeados, con la excepción del Parque Bicentenario o el Parque Araucano.
Los invito a recorrer, en cualquier época, la calle Pocuro, la Plaza Las Lilas, la Plaza El Bosque, el Parque Tobalaba y cualquiera de sus calles aledañas y sentirán el olor a barrio de mi época, con las casas que quedan paradas, dignas y señoronas en medio de señoritos edificios altaneros. Recorran Luis Thayer Ojeda y Hernando de Aguirre y cuéntenme qué les pasa. Vayan a El Patio a Bellavista y a la calle Lastarria o Padre Valdivia o Rosal y díganme qué les pasa. Tómense un cafecito en Monjitas cerca del Museo de Bellas Artes y después entren al MAVI. Los desafío a que relaten esa experiencia a cualquiera o a que inviten a algún amigo europeo a comer al Opera o al Catedral y luego oigan un poco de jazz en El Perseguidor. O vayan a la Plaza Ñuñoa y entren a cualquier lugar a comer un alguito. ¿No me creen que van a experimentar algo superior y extraordinario?. Pregúntenle a mi querido amigo Fernando Trucco de lo qué les escribo. Aunque ahora vive en Guarujá, sé que echa de menos lo que les señalo.

Si me salgo un poco a los bordes y me voy a El Arrayán, al Santuario de la Naturaleza o a Yerba Loca o al Cajón del Maipo, qué me dicen. O  a Farellones o a La Parva.

Me entienden ahora de qué hablo. Santiago es una ciudad verde y linda. Santiago es una ciudad que ha discriminado o ha excluido poco en cuanto a verde.

Si ahora nos referimos a su infraestructura, la vialidad, el tratamiento de aguas servidas, los cines por todos lados, la recolección de aguas lluvia, la recolección de basura, los barrios que alojan oficinas, a sus restaurants, a sus tiendas, a sus colegios, a sus templos católicos, a las sinagogas, o a su mezquita, a los edificios públicos ubicados en diferentes comunas, a su metro, a los edificios de universidades, a su transporte publico, a los centros de salud privados, a las ciclovías cada vez más numerosas y más largas, a la calidad de sus alcaldes, a la confianza que da su policía, a la disponibilidad de taxis, etc., sin duda que hemos construido una ciudad de calidad que es segura, limpia, cómoda, confiable, donde puedes criar niños, ir a buenos colegios y buenas universidades, con buenos hoteles y con excelentes centros de convenciones.

Parque Forestal de Santiago
Es cierto que vivimos en ciudad ruidosa y que tendremos que mejorar en eso. Es cierto que tenemos que mejorar la calidad del aire. Es cierto que tenemos que integrar más a nuestra población haciendo que los  ricos sean solidarios con los pobres. Tenemos que invertir más en infraestructura para los más desposeídos, más y mejores hospitales públicos. Tenemos que gastar más en salud pública, con más y mejores médicos haciendo más y mejor medicina. Tenemos que invertir más en educación pública, con más y mejores profesores. Tenemos que invertir más en nuestra mejorable justicia, con más y mejores jueces y con más y mejores edificios de tribunales. Pero Santiago sigue siendo una ciudad acogedora y confiable para vivir. Y cada vez va a ser mejor. Sólo tenemos que creernos el cuento.

Si a todo lo anterior y ahora hablando de la nación, valoramos nuestra institucionalidad, valoramos al gobierno de turno, nuestra democracia, nuestra prensa, nuestras radiodifusoras, nuestras comunicaciones, entonces tenemos que creernos el cuento de una vez por todas.

Faltan más centros culturales de calidad. Celebramos el Centro Cultural La Moneda o Matucana 100 o la Biblioteca Santiago o el Centro Cultural Mapocho y el renovado GAM. Pero falta. Faltan bibliotecas públicas y faltan muchas más cosas.

Falta que seamos más respetuosos con nuestras etnias, con nuestros mapuches extraordinarios. Falta que seamos menos provincianos en nuestras creencias y entendamos que aunque estemos más ricos, estamos en una burbuja que puede estallar.

Vuelvo al principio, donde entró el señor Alfonso Martínez Cearra. Él postula que Santiago tiene que solucionar problemas de hace veinte años. Es verdad. Dice que tenemos que solucionar o que todavía estamos solucionando problemas de vivienda social y atochamiento vehicular. Estoy de acuerdo con él. En esto se manifiesta nuestro provincianismo. Tenemos que entender que debemos gastar más en vivienda social y eso se hace con gasto fiscal y el gasto fiscal se financia con impuestos. Tenemos que mejorar el transporte público invirtiendo y gastando más. Y esto se hace con más inversion pública y con más gasto fiscal. Y de nuevo, el gasto fiscal y la inversion pública se financia con impuestos.

Aquí está lo entretenido del tema.  Hay que desarrollar políticas públicas, políticas de estado de largo plazo que funcionen bien con cualquier gobierno.

un buen barrio para trabajar
Por ejemplo, si queremos mejor transporte publico, entonces tenemos que partir desincentivando el transporte privado, desincentivando el uso del automóvil. Esto se hace encareciendo el uso de automóviles, es decir, gravando el uso de las vías públicas, encareciendo el derecho a estacionar en las calles, que son bienes públicos, haciendo más caros los permisos de circulación, gravando el combustible, gravando la construcción y la explotación de estacionamientos. Serán estas mayores recaudaciones de beneficio fiscal las que permitirán mejorar el transporte público.

Pero hay más. Deberán formarse corporaciones de desarrollo urbano con financiamiento público y privado, que se crean el cuento que Santiago es un buen barrio para vivir y trabajar. Que Chile es un gran barrio para vivir y trabajar, donde dispones de aeropuertos, puertos, líneas aéreas, comunicaciones, reglas del juego claras y permanentes, buena y confiable policía, buenos tribunales de justicia, buena medicina, buenos colegios y buenas universidades, todo esto en Antofagasta, en Concepción, en Puerto Montt, en Valdivia, en Iquique, en Los Angeles, en Punta Arenas, en cualquier ciudad.

Para qué decir del clima y de los lugares de ski, playas, lagos, ríos con pesca deportiva, bosques y glaciares.
¿Ustedes creen que las inversiones necesarias no son rentables desde un punto de vista social y privado?. Explíquenme entonces, porqué seguimos viendo niveles significativos de inversión (nacional y extranjera) en ámbitos como el transporte público urbano o el transporte aéreo, o la construcción y explotación de hospitales o cárceles.

Chile como país y Santiago como ciudad principal pueden ser uno de los mejores barrios para vivir y trabajar. Donde podamos tener las mejores universidades de la región para ofrecer estudios de pregrado y grado. Donde podamos albergar buenos centros de investigación científica y las oficinas regionales de las principales multinacionales en la industria bancaria, aseguradora, de transporte maritimo y de comunicaciones.

Las empresas e instituciones que se instalen en Chile, generarán más actividad económica y tributarán en Chile. La infraestuctura que se ofrece entonces se financiará más rápidamente.

¿Por qué no pensamos en grande y creamos buenos centros de estudio para ofrecer a la región? Para formar músicos, con orquestas y músicos excepcionales. Michio Nishihara Toro acaba de formar una academia de piano en Santiago y eligió el barrio Keller en Providencia para lo cual restauró prolijamente una casona antigua diseñada por Luciano Kulczewski. ¿Por qué será?. O para formar médicos especializados usando la estupenda infraestructura hospitalaria privada y las numerosas escuelas de medicina universitarias. O para formar físicos y astrónomos. O geólogos o ingenieros de minas.

Es cuestión de soñar y generar una visión de país y transformarla en acción y realidad. Sin querer queriendo hoy podemos hacerlo. Es verdad que estamos más ricos, pero no nos volvamos nuevos ricos y recuperemos la austeridad para volver a pensar en grande con humildad, con mucha humildad y sobriedad. Esta actitud puede ser la guinda de la torta. Nadie quiere vivir entre vecinos pesados y gritones.