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viernes, 18 de febrero de 2011

Mi amigo el pintor Caco Salazar

Caco en una subida de cerro
Caco Salazar es pintor. Es un excelente pintor. Muchas veces he pensado que es un excelente pintor porque es una excelente persona.

Es uno de los tipos más puros que he conocido. Es puro pero no ingenuo. Es casi sagaz pero no lo es. Es casi santo pero no lo es. Es un padre de brazos largos que abraza siempre a sus hijos. Tiene una cabeza bien puesta para saber qué es lo justo y lo adecuado para ellos. En esta relación luce una finura de alma que muy pocas veces he conocido.

Su pintura refleja bastante de lo que es Caco Salazar.

Sus paisajes son concretos pero a la vez difusos en trazos insinuantes y sutiles. Casi siempre la figura humana la trata con delicadeza pero a la vez con fuerza. El cargador de La Vega muestra su esfuerzo en el carromato que empuja. O el pescador junto a su bote refleja  cansancio en medio de su trabajo.

Los botes que flotan en una caleta en medio de una noche casi oscura, conservan la dignidad de sus formas y transmiten la calma de su movimiento.

Sus antiguos y permanentes caballos son fuertes y transmiten perfección cuando se plantan inmensos e imponentes ante el que los observa. Entonces me quedo en silencio respetuoso frente al animal magnífico esbozado y coloreado con una mezcla de trazos fuerte-finos.

Hace ya más de un año que Caco ha ido incorporando más color a su pintura. Han surgido los azules fuertes acompañados de un pequeño pincelazo rojo que obliga a una mirada más enfocada. Ahora aparecen mares rojos bajo cielos verde-azulados. Esto ha ocurrido dándole menor importancia y hasta abandonando los ocres, amarillos y cafés verdosos que se encuentran en sus bosques pintados oníricamente en un contexto gris-blanquecino.

Sospecho que algo importante ha ocurrido en la vida íntima del pintor. Presiento que se haya inmerso en una armonía alegre y profunda; se ha reencontrado con el lado más alegre de la vida. Esto se me ha hecho evidente en los diálogos que hemos tenido. Sus opiniones son dadas con convicción y vehemencia y siempre las otorga y las regala con bondad, con la comprensión y sabiduría del que viene de vuelta. De aquel hombre que supo de pasajes dolorosos para luego procesarlos y asumirlos con fuerza y alegría. Su pintura actual está reflejando esto también.

Lamentablemente no pude estar en la exposición de Caco que está recién abierta en Cachagua. Me hubiera gustado compartir ese momento con él; porque sé lo importante que es para un artista tener la compañía de los cercanos. Porque son momentos de desnudez, de descarne y también de esa mezcla extraña de alegría, de euforia, de mareo y luego de soledad.

Es extraño lo que me ocurre en este momento que escribo. Me doy cuenta que no tengo una pintura de Caco en mi casa. Estoy tan acostumbrado a verlas en su taller, en su casa, en casas de amigos, que no había aspirado a tener una de mi propiedad. Esto ha pasado porque Caco es maestro de otros pintores con los cuales siempre estoy vinculado, y siempre estoy viendo su mano en las pinturas de sus alumnos. Especialmente, porque conozco muy de cerca a una pintora que ha sido su alumna y ella trasunta en su propia pintura la mano del maestro.

Creo que llegó el momento de tener una pintura de Caco Salazar para homenajearla en mi casa. El resto es tontera.